Comedor [Zona de Rol]

Recuerdo del primer mensaje :

Aquí tenéis el comedor. Tiene 5 grandes mesas, una para cada grupo. Sin embargo, podéis sentaros cada uno donde queráis. Está abierto las 24 horas, y podéis comer cuando queráis, pero tiene algunos horarios de las comidas.
Hay una pequeña puerta que lleva a la cocina. Por allí entran los camareros y la cocinera cuando es necesario.

HORARIO DE LAS COMIDAS (hora española)
Desayuno ~> 8.00 - 12.00
Almuerzo ~> 14.00 - 16.00
Merienda ~> 17.30 - 18.30
Cena ~> 21.00 - 23.00

Recuerdo que ese es el horario "oficial", podéis venir también a otra hora .

- Más o menos un año. - Le digo. - Pero lo peor es que desde entonces no siento... nada. ¿Entiendes? Es como si no pudiera querer a nadie más, ni odiar tampoco. Sólo sonrío como un idiota y pongo al mal tiempo buena cara.

Para corroborar mis palabras, sonrío.

La situación me hace gracia, la verdad.

- Parecemos dos abuelos amargados. - Replico, revolviéndole el pelo.

- Doy fe de ello.

Cojo otra magdalena y le hinco el diente.

Suspiro.

- Verás, contigo ya no tengo por qué fingir que soy un seductor. - Explico. - Así que me puedo ahorrar todos mis comentarios estúpidos... y si quitas eso no hay mucho más detrás.

Me acabo el café y sonrío con resignación.

- Me temo que no soy una persona demasiado interesante.

Hago como que pienso un rato con concentración.

- Si quieres puedo seguir en mis trece. - Sugiero al final. - Y pedirte que me invites otra noche a tu habitación

Me río.

- Dura de roer. - Aplaudo. - Esas son las chicas que me gustan.

Tamborileo sobre la mesa con los dedos pensando que eso no es técnicamente cierto. Sarah era buena como un trozo de pan.

Asiento a sus palabras y recupero mi gesto serio.

- Sí, es verdad. Es raro. Supongo que te considero... amiga mía. - Digo sorprendido de mis palabras. - No tengo más amigos ahora.

Le lanzo un cacahuete.

- No te me ablandes o dejarás de caerme bien. - Bromeo.

Me cubro la cabeza con las manos.

- No por favor, bombardeo no. - Asomo un ojo entre mis dedos. - Vengo en son de paz.

Sigo haciendo bailar las manzanas.

- Aunque no te lo creas estuve un par de semanas haciendo esto en las calles de Oslo para pagarme el pasaje del barco. - Aseguro.

Abro la boca como me pide y rezo para que su cacahuete no me entre en un ojo.

Me trago el cacahuete sin percances, pero un granito de sal me hace toser y las cuatro manzanas acaban rodando por el suelo.
Las recojo y vuelvo a la mesa con Cath.

- En fin, por esto tardé semanas en conseguir el dinero en Oslo. - Explico riendo.