Habitación de Catherine L. Vickers

Me pego un susto cuando la oigo detrás, pero me las arreglo para ponerme un dedo ante los labios sin decir palabra.

- Shhhhht. - Le chisto para que no haga ruido. - ¿Puedo pasar? - Susurro.

Me escabullo hacia el interior y respiro tranquilo.

- Es mi hermana. - Digo en un tono normal. - Me agobia, quiere saber dónde he estado, qué he estado haciendo, si tengo novia y mil estupideces más.

Me froto el nacimiento de la nariz con gesto cansado.

- Escóndeme aquí un rato, anda.

Me siento sobre la cama.

- Me portaré bien. - Aseguro con sonrisa inocente. - Me conoce, pero tiene la esperanza de que siente cabeza.

Digo lo último con retintín.

- Como si estuvieras en tu habitación. - Contesto. - Yo aprovecharé para hurgar en tu cajón de ropa interior y esas cosas que hacen... que hacemos los cerdos.

Me tumbo en su cama boca arriba y cruzo las manos por detrás de la nuca.

Mientras Cath pasa horas ahí dentro yo sigo leyendo tan tranquilo. Supongo que nunca entenderé por qué las mujeres parecen echar raíces en la ducha.

- ¿Todo bien o entro a rescatarte? - Pregunto con sorna.

Finalmente sale la reina de Saba envuelta en una toalla y rodeada de una nube de vapor muy peliculera.

- Por ahí llega Catherine con un modelo de Armani. - Comento riendo.

Luego me quedo mirándola mientras se dirije al armario.

Me tapo los ojos con la mano.

- Eh... y luego el pervertido soy yo. - Digo divertido. - No me provoques Cath, sé buena.

Me quedo con los ojos tapados por si se le ocurre salir en ropa interior a recriminarme algo y luego encima tengo yo la culpa.

- Bueno, pues exhibicionista.

Bajo la mano, pero está detrás de la puerta y no veo nada.

- Que conste que yo apoyo el exhibicionismo. - Digo. - Me parece una forma de... expresión muy interesante

Me levanto para abrocharle el vestido y me fijo en que tiene una marca en la espalda.

- Cath, ¿qué es esto? - Pregunto mientras le subo la cremallera.